La década de los 60 del siglo pasado fue bastante prolífica a la hora de introducir una variada gama de innovaciones en el material de oficina. Ejemplos sobran: Canon puso en el mercado su CanonFax 100, aquella copiadora que permitió que el pequeño usuario accediese masivamente al mundo de la reprografía.

En la Feria Mundial de Nueva York de 1961, AT&T presentó su "Picturephone", el primer sistema de videoconferencia personal. También comenzó a funcionar el teletexto e IBM introdujo la máquina de escribir electrónica con memoria…

La tecnología punta parecía arrasar. Tal vez por ello, en principio se prestó escasa atención a algunos sorprendentes elementos que, hoy en día, medio siglo más tarde y en plena era digital, continúan vigentes, en vanguardia y en constante innovación. Es el caso de los rotuladores.

Llamados así porque inicialmente se utilizaron para escribir rótulos, la historia dice que el primer rotulador práctico lo inventó el japonés Yuko Horie, de la Tokio Stationery Company, pero su expansión y masiva comercialización internacional ya es otra historia.

Una historia que comenzó en 1960 en el barrio de Barmbek de Hamburgo; en una modesta oficina desde donde dos amigos, Carl-Whilhelm Edding y Volker Ledermann, realizaron su primera importación de rotuladores de fieltro procedente de Japón.

Su capital inicial: 5.000 marcos y una sencilla máquina de escribir, además del convencimiento absoluto de que esa especie de lápiz, con su punta fabricada de fieltro, fibras finas de nylon u otro material sintético, sujeto al cilindro de la pluma de modo que su tinta fluyera hacia la punta mediante un mecanismo capilar, si se comercializaba adecuadamente, tendría un futuro inmenso en el mundo de la oficina, de la industria, de la educación y del hogar.

Habían comprobado que esa punta podría tener muy diferentes formas y tamaños, alcanzando a veces los dos centímetros y medio de ancho, mientras las tintas de los marcadores podían presentar una amplísima gama de colores. Pero sobre todo, permitían escribir con fluidez y marcar de manera permanente. El resto lo haría el tiempo.

Per y Volker Ledermann

“Carl-Wilhelm Edding y yo somos amigos desde la infancia” recordaba hace un tiempo Volker Ledermann, evocando sus primeros pasos como emprendedores. “Aunque yo era jefe de exportaciones en una empresa de suministros de oficina y regalos promocionales y Edding trabajaba en una empresa importadora japonesa, ambos teníamos la seguridad de que nos podría ir mejor si trabajábamos por nuestra cuenta.

Es lo que hicimos, pero con cautela. Mientras yo seguía un tiempo trabajando y Edding lo hacía durante media jornada como empleado, en nuestro tiempo libre estudiábamos el mercado, prospectábamos y planificábamos. Pronto llegó nuestro primer encargo, unos pinceles de pelo de ardilla para artistas que vendimos a Pelikan.

Posteriormente y como teníamos contacto con un japonés que vendía unos rotuladores de fieltro llamados Tink-Ink, decidimos estudiar ese producto. Era como botellitas de vidrio con fieltro en su interior. Aunque toscos y pesados por el vidrio anti roturas, era muy bueno. Nos encantó, cerramos el acuerdo y lo comercializamos como ”Edding Nº 1”.

A partir de ahí, ambos socios entraron en contacto con una organización distribuidora que comercializaba su producto por toda Alemania, que pagaba el material en 8 días con descuento por pronto pago. De sus proveedores japoneses obtuvieron una carta de crédito con vencimiento a 120 días, con lo cual, a partir de la llegada de la mercancía disponían apenas de 100 días para vender.

Un desafío que suponía un difícil equilibrio. Fueron años en los que Ledermann viajó mucho, ya que entonces prácticamente todas las innovaciones de este nuevo sector provenían de Japón. Además, viajar hasta allí no resultaba sencillo. A las 37 horas de vuelo con muchas escalas había que agregar la comunicación con los proveedores, y a que no existía ni el fax ni el correo electrónico. Una carta tardaba diez días en llegar, y otro tanto su respuesta.

“Edding era mucho más meticuloso y planificador. Él trabajaba en los productos mientras que yo viajaba por el mundo para conseguir clientes. Así nos complementábamos. Pero tuvimos suerte, y los contactos profesionales nos dieron una clientela sólida".

"Tuvimos dificultades económicas que queríamos solventar con créditos bancarios que no llegaban. Si queríamos que el banco nos prestara 1.000 marcos, todos se encogían de hombros” recuerda Ledermann. “Decidimos abrirnos camino por nuestra cuenta, pero cuando no se han cumplido los 30 años de edad, tampoco se tiene tanto miedo. Así es que después de la oficina del sótano, abrimos unos locales cerca del puerto de Hamburgo. Los almacenistas y transportistas fueron los primeros en utilizar nuestros productos para escribir en sacos y cajas. Y también hubo comerciantes de material de oficina que nos ayudaron a dar el salto. Tuvimos suerte”.

De todas maneras no deja de llamar la atención que sólo un apellido haya servido de marca a estos productos. “Desde un primer momento estaba claro que íbamos a tomar un apellido” recuerda Ledermann. “Los nombres de marca inventados deben registrarse y no podíamos pagar por ello. A los dos nos pareció que Edding era más corto, más preciso y más internacional que Ledermann. Ese fue el origen de la famosa marca”.

Con producto, marca y sociedad, sus límites los pondría el mercado. El Edding Nº 1 se convirtió en un éxito sensacional. Con el paso de los años ambos fundadores mejoraron su cartera de productos y Edding se convirtió en un sinónimo de “marcar de manera permanente”. El surtido actual incluye más de 200 productos especializados.

Aparte de las oficinas, los talleres y los estudios, sus rotuladores, también están conquistando la producción industrial. Para aquellos lugares estériles, calientes, grasos o húmedos en los que, sin embargo, deben perdurar las marcas hechas a mano, es donde entran en juego los Edding. Eso no puede digitalizarse. Además, en el ámbito privado no son solamente los aficionados al bricolaje, los manitas o los estudiantes quienes valoran la variopinta gama de rotuladores y marcadores Edding para todos los fines, que se comercializan en más de cien países.

Y si la digitalización hace que se escriba menos a mano - una especie de reto para Edding -, las cifras indican que no se ha retirado tanto volumen del mercado como cabría esperar, indica Per Ledermann, hijo del fundador y actual timonel de la empresa.

Para Ledermann hijo, la digitalización alcanza menos a nuestros productos. “Nuestro punto fuerte está en el marcado y en todo lo que tiene que ver con ello. Cuando un ama de casa escribe sobre un bote de mermelada, estamos hablando de marcado. No puede hacerse con un lápiz o con un bolígrafo”.

Un ejemplo de sus múltiples usos se vio en el Mundial de Fútbol de 2006, en Alemania. “Nos llamaron de la oficina de venta de entradas porque querían que fueran transferibles” recuerda. “No les servía imprimir, así que necesitaban un bolígrafo que se secara rápido sobre el material y que no pudiera quitarse con agua o borrarse. Les enviamos los rotuladores que fabricamos normalmente para la industria aeroespacial”.

En este año de aniversario, la empresa cuenta con numerosas novedades en su programa ya que la firma pretende seguir haciendo historia y ampliar sus fronteras. Entre estas novedades se encuentra la nueva “art series”, diseñada por jóvenes artistas del arte urbano.

El surtido para niños Funtastics está formado por paredes para pintar, pegatinas de pared y rotuladores de fieltro con empuñaduras ergonómicas que se adaptan especialmente bien a las manos de los niños entre seis y nueve años.

Además se amplía la edding EcoLine con dos marcadores de texto que cuentan con un colorante de base natural. Esto protege los recursos, pues no es necesario emplear en la fabricación recursos limitados como el petróleo. La tapa y el cuerpo de los subrayadores están formados, por lo menos en un 70%, por recursos renovables.